El gerente de Aceites Guadalentín, Virgilio Gámez, es natural de Pozo Alcón y geólogo profesional, aunque desde muy pronto sintió el sector oleícola como algo propio, como una actividad con verdadero arraigo familiar, “me incorporé a la almazara como la cuarta generación, a principios de los años 80”. De hecho, trabajó un par de años como geólogo pero, al fallecer su padre, tomó el testigo y se decidió a dedicarse de lleno al mundo del AOVE. Lleva 40 años como gerente de la cooperativa Aceites Guadalentín “empecé con poco más de 20 años y, si todo va bien, aguantaré unos años más”.

Virgilio Gámez siempre tiene una perspectiva del sector oleícola profesional, desde el conocimiento absoluto, aportando nuevas ideas y puntos de vista.

Pregunta: ¿De dónde le viene su vinculación con el sector del aceite?

Respuesta: Me viene de familia, que siempre ha estado dedicada a la producción del aceite de oliva. Mi familia ha pasado muchas vicisitudes, momentos malos, momentos buenos…, y lo mismo en la cooperativa, los cambios han sido frecuentes, modificando la tecnología, pasando de prensa de tres fases a dos fases. Recientemente hemos apostado por la sostenibilidad medioambiental y estamos valorizando productos de la aceituna, intentando separar todos los componentes de los alpeorujos y valorizarlos; en definitiva, economía circular.

P: ¿Cómo cree que ha evolucionado el sector desde que usted es gerente de la cooperativa?

R: Este sector siempre ha sido muy tradicional en todos los sentidos y es cierto que hay animadversión hacia el riesgo. Estamos un poco faltos de actividades que se puedan considerar pioneras o punteras; diría que estamos en un sector básicamente conservador, lo era al principio y lo sigue siendo ahora. Lo que ocurre es que las circunstancias mundiales siguen cambiando, sube el número de países productores, sube la producción de aceite de oliva, no tanto el consumo, y ahí aparece una importante divergencia, que será mucho más grave en los próximos años.

P: ¿Qué repercusión puede tener ese “desfase”?

R: Algunos profesionales del sector llevamos tiempo avisándolo, porque nos dedicamos a mercados exteriores y vemos el pulso del sector. El consumo interno se mantiene o va a la baja y, sobre todo, vemos cómo un producto señero y fantástico como el aceite de oliva virgen extra no tiene la defensa que se merece por parte de las Administraciones.

En este sentido las campañas de la Interprofesional del Aceite me parecen adecuadas, porque hay que promocionar el producto, pero tengo mis dudas de que lleguen con la efectividad que se quiere o el éxito que se espera.

P: ¿Y qué me dice del consumo?

R: A nivel nacional, como ya he comentado, va a la baja, y a nivel exterior sube ligeramente; hablo de una tendencia de fondo, una subida ligera pero constante. Pero para mí es más importante el crecimiento de la producción, porque el boom de los olivares está por venir, ya que hay cientos de miles de hectáreas que están en producción inminente, y son hectáreas que están en gran productividad en los países del Mediterráneo, y esos van a suponer una gran competencia.

Estamos hablando de que hay grandes grupos inversores que pueden llegar a producir un kilo de aceite en torno a 1 euro o euro y medio, y claro, para empresas de este tipo vender aceite de oliva a 3 euros significa vender al doble de sus costes. Es sin duda un gran negocio para ellos, pero para un olivar tradicional quizá no lo sea tanto.

P: ¿Qué pulso se siente en la Comarca de Cazorla?

R: Nuestra zona es mayoritariamente de regadío; en este sentido la verdad es que los agricultores han hecho una labor inversora tremenda para aumentar la superficie regable, con lo cual, excepto en zonas periféricas o de pendientes muy elevadas, entiendo que casi todo el olivar es salvable, desde el punto de vista económico.

Hay, además, otro aspecto que estamos a tiempo de hacer, y es diferenciarnos cualitativamente, por la calidad; para mí es el único camino posible, lo que ocurre es que los agricultores no se sienten muy optimistas porque realmente no hay una diferenciación de precios en base a la calidad. Sí podemos decir que hay una ligera diferenciación, pero todo esto viene como trasfondo a una tremenda falta de cultura con respecto al aceite de oliva y el olivar.

P: ¿Qué papel cree que juega la D.O. en este escenario?

R: Tengo el orgullo de poder decir que estuve en la fundación de la D.O.P. Aceite Sierra de Cazorla; recuerdo aquellos primeros años donde prácticamente las almazaras casi ni envasaban, o solo el consumo de su cooperativa. Sin embargo ahora cualquiera de las almazaras ha multiplicado por 4 o 5 o 10 su capacidad de envasado. Evidentemente, ahí tiene mucho que decir la D.O.P.; es una herramienta poderosísima para incrementar los envasados.

Mi valoración de la Denominación de Origen es muy positiva; yo siempre creo en la agricultura, en la D.O. como una entidad que ahora, probablemente y desde mi punto de vista más ligado a mercados exteriores, es fundamental a la hora de salir a los mercados con un producto de verdadera calidad, porque además tenemos que dar a conocer la imagen de España, las distintas variedades, y aquí tenemos la suerte de tener la Picual, que se está redescubriendo ahora y que es única en el mundo.

P: ¿Qué valoración hace de la campaña actual?

R: Parece ser que va a ser algo inferior a lo esperado, pero en cualquier caso, 100.000 toneladas más o menos no es nuestro problema. Nuestro problema es ser capaces de “colocar” una gran campaña; abrir mercados es fundamental y creo que vamos en la buena dirección. De hecho en la D.O. se hacen las cosas mucho mejor que en gran parte del sector.

P: ¿Qué cree que tienen los aceites de la D.O.P. Aceite Sierra de Cazorla?

R: La zona, por las condiciones climáticas y de altitud nos permite obtener unos aceites de frutado intensísimo y un aceite poderoso. El problema es que considero que hasta ahora, como nuestros aceites no se revalorizan lo suficiente en función de la calidad, el agricultor prima cosas como recoger la aceituna más tarde, ya que le resulta más cómodo, porque no le priman en exceso producir calidad.

Pero si aprendemos la lección de que producir calidad es el único camino que nos queda en el futuro, ya que de otra forma no podremos competir con los mercados emergentes; no hay otro camino que anticipar las cosechas, aunque no tengamos un premio inmediato en nuestro esfuerzo. Hay que invertir en una idea, insistir, es el camino por el que tenemos que circular.

Tenemos un mercado magnífico, pero la gente no tiene un conocimiento profundo, y hay que creérselo, conocerlo y luego manifestarlo. Cuando tú tienes una idea y llevas un producto como el AOVE por bandera, que es maravilloso, encontrarás muy buenos resultados, muy buenos momentos.

 

VIRGILIO GÁMEZ, DE CERCA…

  • Cómo se definiría a sí mismo?

Una persona muy tranquila, muy amigo de mis amigos y al que le gusta  disfrutar del tiempo libre.

  • ¿Cuál es su principal defecto?

La ingenuidad, a pesar de que he visto muchas cosas.

  • ¿Y su virtud?

La paciencia,  creer que siempre puedes esperar lo mejor de los demás.

  • ¿Cuáles son sus aficiones?

Me gusta mucho el montañismo.

  • ¿Cuál es su plato favorito?

El gazpacho y el salmorejo.

  • ¿El plato ideal para aderezarlo con un virgen extra de la D.O.P. Sierra de Cazorla?

Cualquier tipo de ensalada, magnífico.

  • ¿Tiene algún libro de cabecera?

Leo mucho sobre ensayos científicos, me ha gustado siempre la ciencia, soy un científico frustrado (risas).

  • ¿A quién admira?

Jesucristo fue un magnífico líder, tiene un gran atractivo como personaje. Además admiro al almirante español Blas de Lezo y a los conquistadores de las Américas.

  • ¿Tiene alguna frase motivadora que le ayude en los momentos difíciles?

Siempre pienso que todo es absolutamente relativo, no es más que un episodio en el tiempo que va a pasar.

  • ¿Puede contarnos alguna anécdota de sus años como gerente?

En los primeros viajes que yo hacía en el mercado chino, hace 18 años, las empresas estatales te invitaban a cenar y a ellos les gustaba que nosotros los gerentes bebiéramos, quizá de más (risas). Al principio ellos son muy metódicos, siguen estrictamente las costumbres que marca el jefe de su grupo, por lo tanto el único que podía brindar conmigo era el jefe, pero cuando se bebían unas cervezas, todos se animaban y brindaban conmigo. Entonces allí se toma un licor de arroz, de más de 50 grados y, llegados a este punto, tuve que brindar con todos, con la consiguiente cantidad de ese licor que tuve que tomar (risas).

Me dijeron que al día siguiente estaría como nuevo, que me iba a sentir perfectamente; yo tuve mis dudas, pero fue totalmente cierto. Cuando sales fuera tienes que vivir muchas situaciones pintorescas…

  • ¿Qué le hace feliz?

Estar tranquilo en el campo o subir una montaña, dormir en la sierra de Cazorla, en los refugios.

  • Cuénteme un recuerdo de su infancia.

Tengo muchos recuerdos de la escuela, en Pozo Alcón; de cuando simplemente tus padres, cuando querían que estudiaras, presionaban mucho más al maestro para que fuera más exigente contigo. Era casi milagroso que algún día no te pegasen; algún día podía decir “hoy lo he acertado todo, hoy no me han pegado” (risas). Pero en absoluto tengo animadversión hacia mis maestros, todo lo contrario, de hecho hace no demasiado me encontré a uno de ellos y fue increíble, la alegría que ambos sentimos. Creo que de algo sirvieron esos azotes que nos daban (risas).